viernes, 21 de julio de 2017

"Yoni" Por Romina Gabriela Ávila Tosi

Romina Ávila Tosi nació en Lanús, en 1978. Desde entonces es estudiante por naturaleza: Antropología (U.B.A.) primero y actualmente, Artes de la Escritura (U.N.A.) y mimo (E.A.M.). Da clases de Ciencias Naturales y de Biología en colegios secundarios y escribe alguito (mayormente poesía de bizarrismo mágico; de donde se coló a fantasmearla “El Yoni”). Actualmente está trabajando en una novela policial-fantástica. Es fanática de Úrsula Le Guin y de Stephen Jay Gould y no descarta adquirir nuevos fanatismos.

Eh, Yoni, ¿ya no saludas más?” Parece la voz del peruano, tiembla el Yoni, que empieza a darse vuelta, sabiendo que si es, nada bueno se viene. Hace rato le debe una guita y el peruca no tiene amigos.
Un flash, la cara del peruca, los dientes apretados un olor a pólvora y después nada, nadie, ni un perro sarnoso masticando basura. Sólo un ruido instantáneo, ronco y denso como una explosión chiquita: una puerta que se cierra de golpe, un cascote grande sobre una chapa, quizás. Y el olor que se va desvaneciendo como chupado por algo, tal vez por el cagazo, tal vez por la luz que de golpe encandila, como si las casillas se hubieran corrido y el sol pegara contra la cara del Yoni en un horizonte sin obstáculos. El ruido, la luz, la huida de los olores y un algo raro en el estómago. “Capaz hace rato que no comés, Yoni. Capaz por eso estás de nuevo en la villa. Capaz, se terminaron las dosis y quisiste caerle de nuevo al peruano, no pensaste bien cuál ibas a jugar y el bocho te deliró, te hizo pensar que él te había encontrado antes, de atrás, sin estar piyo. Igual… nada. Nadie. Bueno, a pensar cómo entrarle y ver si te fía un toque más”.
    Busca en el bolsillo y saca un bollo de billetes arrugados. Hasta hay uno de quiñento: lo estira y trata de hacer foco y entender qué onda ese gato con manchas. Desde cuándo lo billetes vienen con gatos, desde cuándo tiene en el bolsillo tanta guita. La cantidad de bazuco que podría comprar con ese michifús, piensa. Quiere imaginarse y se cansa. Resume para sí: “bocha”. Podría pagar la deuda y dejar un canuto a cuenta o para que se lo quedara el peruano,“por las molestias”.
La claridad, que quién sabe de dónde sale pero a la vez no molesta, como que hace ver todo más lindo. Dobla en la casilla donde está el kiosquito de Gladys, hace dos pasos y retrocede pensando comprar alguna empanada o un sánguche… total, diez pesos más o menos no serían nada ahora que es millonario. “Loco, la vieja conchuda no está”. Una vez que puede, la vieja se pianta. De última, a la salida de la villa podría rastrearse algo para comer. “Adentro no, después aparecés cagado a palos y te cabe por gil. Donde se quema no se caga”.
Sigue un poco más y la casa del Braian recién pintada le hace cagarse de risa. “Qué berretín pintar si podés quemar la guita en paco o escabio, o conseguirte una visera original re cheta. Igual qué onda estos bigotes, ¿qué chorga se les dio a todos con la pintura y la limpieza? Y ni un perro, ni una vieja chusmeando. ¿Un pai nuevo copando la parada? ¿Es el quince de la reina de la villa y están todos ahí?”
Un par de pasos más con la luz y el hambre, o esa sensación rara en la panza creando un efecto película. “¡Ja! La peli de la villa”. Unos metros más y el olor a chori le da una cachetada. Como en los dibujitos, la baranda parece formar una mano que le agarra la nariz y lo arrastra por un pasillo desconocido. “Grasita caliente, chimichurri, pan tostado. Sí, podría clavar un chori antes de verlo al peruano. Hermoso chori de mi vida, vení, hacete amigo, te voy a comer todo, vas a ser mío, vamos a ser losotro, chori”.
Cierra los ojos frente al choripanero, “un gordo de punta en blanco –hasta cofia tiene el gil– con una cara de boludo que no puede más…”
     El calor que sale del chori, aún recostado en el pedazo de rollo de cocina, le trae una sensación que no puede terminar de reconstruir. Algo de la vieja, algo de wachín…Acercarlo a la boca y el juguito que chorrea por el mentón es la gloria. Mejor que ponerla, mejor que un gol a River en su cancha, mejor que el paco, mejor que todo.“Me lo voy comiendo, maestro, nos vemos”. La luz encandila el pasillo pero tampoco duelen los ojos, qué flash. Ya encontrará el camino; todos los pasillos conducen a Lima.
Morder en el aire, oscuridad, silencio. La misma villa pero todo distinto. Bomba de humo el gordo boludo, ¿dónde fue? El chori también, ¿se cayó? Los ojos lo buscan entre las zapatillas, en el piso, en las manos, “¿dónde estás, chori de mi vida, que no te puedo encontrar?” La mirada de nuevo sobre lo del Braian, de vuelta descascarado y sin pintar, “¿qué onda, qué flayaste, Yoni?” Quisiera quedarse a buscar el chori pero sigue caminando mientras el olor se va desvaneciendo.Y todos que aparecen de nuevo, como si el quince ya hubiera terminado: la señora de al lado ortiva como siempre, cerrándole la ventana en la cara, la gente mirando sin mirarlo, con tristeza.
Camina el Yoni, sin saber por qué. Se cruza con la Yami. Piensa en decirle ¿qué onda, Yami? Sólo sale un gruñido y la Yami que se le para enfrente, se muerde el labio inferior y levanta el mentón haciendo qué hambre, ninguneando como cuando está endrogado. Aguantá, mami, que estoy pila, estoy re careta, Yami, mirame, decime algo, no te vayás. “Grrr”. Otra vez el gruñido y el cuerpo que no responde, que hace cualquiera y sigue caminando, ¿qué onda? ¿y el chori? No es hambre, es algo en la panza, metálico y duro, chiquito pero dañino. Y todo lo ve gris el Yoni; con un coso que le muerde la panza pero no duele, apenas como un hambre; caminando a lo del peruca sin saber por qué, sin chori, sin luz, sin Yami, sin gato con manchas, sin nada que abulte los bolsillos. Caminando, caminando.
     El peruano esperando apoyado en la puerta, sonriente, disfrutando por anticipado cómo le va a arruinar “para que aprendas a pagar las deudas, mugre, paquero de mierda”. Las manos que quieren hacer alguna y nada, muertas. Las piernas que se paran justo delante de él.
“¿Cómo estamos, Yoni? ¿lo has visto a diosito o al diablo?”.“Grrr”. “Ah, no puedes hablar, cierto. Bueno, tú me debes dinero y me lo pagas con trabajo ¿estamos?”.“Grr”.Quédate tranquilo, es el mejor acuerdo laboral: no comes, no duermes, no hablas, sólo haces lo que yo te digo y ya no te vuelves a morir, ¿sabes? Eres mi guoquinded”.

     Ya van meses, o semanas, le cuesta contar al Yoni así, en este estado, que es como estar de paco pero sin la euforia. Camina, camina, va y viene por la villa llevando los encargos del peruca, las manos muertas, en una mochila que cargan y descargan otros. A la mañana lo dejan parado en una esquina de la casa, mientras los peruanitos toman la leche y se van a la escuela. A veces se la cruza a la Yami:“Grrr”y por suerte, la turra hace que no lo ve.

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